Paul Beatriz
Preciado, en su testo yonqui, crea el neologismo “farmacopornográfico” para
definir al sistema económico político que habitamos, y lo fundamenta con una
serie de caracterizaciones y transformaciones que se produjeron desde finales
de la primera guerra mundial, hasta el inicio del nuevo milenio.
Al avanzar
en el texto uno descubre esas evidencias; las píldoras psiquiátricas, las
píldoras abortivas, las píldoras anticonceptivas, las cirugías estéticas, el
poder de la imagen, las faloplastías, las vajinoplastías, etc. Todas estas novedades,
a su vez, producen el declive del régimen heteronormativo, quedando la
heterosexualidad como una opción más de las diferentes opciones
sexo-genero-sexuales, y desnudando el carácter no natural de la misma.
El
psicoanálisis tiene mucho para decir a cerca de lo planteado en Testo Yonqui,
pudiendo ser una matriz de lectura (de este modo he abordado este texto de
Paul) que evidencie el proceso por el cual el poder gobierna el cuerpo de los
individuos, lo cual tiene mucho que ver con el goce; que como saben puede ser mortífero.
Es muy común
que al leer este texto se tenga la impresión de que se abona el anarquismo, sin
embargo, Paul Preciado es una persona muy institucionalizada, universitaria,
becada, que trabaja de escritora. Creo que acude esa impresión porque se trata
de textos que inauguran un porvenir que ya está entre nosotros pero que nos
cuesta ver. Nos cuesta verlo por el poder pregnante de lo instituido.
De todas
maneras, ninguna comunidad sobrevive sin el orden que le otorga lo instituido.
Y por esta misma razón, es que las luchas por el reconocimiento de los
marginados se vuelven difíciles, librándose verdaderas batallas por visibilizar
los reclamos.
El texto trabaja
con el concepto de biopolítica y biopoder, para indicar cómo la tecnología se
inserta en el cuerpo
El paso de una
sociedad soberana a una sociedad disciplinaria, implica el desarrollo del bio
poder. El poder constituye el cuerpo del individuo moderno. Tecnología política
general: arquitecturas disciplinarias (prisión, cuartel, escuela, hospital,
etc.), textos científicos, tablas estadísticas, cálculos demográficos, modos de
empleo, recomendaciones de uso, calendario de regulación de vida, proyectos de
higiene pública.
El poder
desborda el ámbito de lo jurídico para volverse parte de la cotidianidad del
individuo. Las buenas costumbres se construyen desde la serie Friends, no hace
falta que se pregone el ideal de pareja porque Rachel y Ross nos lo imponen de
una manera tal que, los individuos asumen ese comportamiento como propio. Esto
es lo que Preciado llama tecnología política general.
Desde el
psicoanálisis cabe preguntarse qué hay en el sujeto, qué especie de gancho porta
para que sea posible pescarlo con esta tecnología. Bueno, lo que porta el
sujeto son: su deseo, su división constitutiva y sus identificaciones.
Seguramente
se habrán preguntado por qué son tan insistentes las marcas comerciales en
figurar en todo evento, por qué invierten tanta plata en estar presentes. Eso
lo hacen porque de ese modo el sujeto queda capturado, si no es en esta toma,
en la que sigue o en la que sigue. Es un mecanismo de composición de imágenes,
el cerro, el auto, cierto paisaje, un buen culo y la marca comercial. Deseo,
división subjetiva e identificaciones, juegan aquí su partida, por eso el
departamento de marketing invierte tanto dinero en su asunto. El surrealismo
fascinó a Lacan porque mostraba claramente este juego de captura del sujeto.
Si bien
existe la particularidad de cada sujeto, esta condición no niega la naturaleza
común de ciertos fenómenos que afectan a toda una población. Es que el Otro,
por ser el portador del lenguaje, es un Otro que es a la vez particular y
compartido. El Otro de la sociedad es aquella instancia a partir de la cual el
sujeto es un efecto. El sujeto es efecto del Otro. Como tal porta ya las
identificaciones que lo cimientan, en palabras de Alemán “No es que uno elige
su propia ideología, si no que es la ideología la que lo elige a uno”
Del Otro, el
sujeto obtiene las identificaciones que lo rigen, son marcas que habitan la
cultura en la que advenimos, siguiendo una lógica de primacía del significante
decimos que son marcas, muescas, yeites, que gobiernan y dan sentido en su
articulación al discurso del sujeto. En las identificaciones también se da una
gran pregnancia de la imagen, capturas imaginarias que como significantes amos
gobiernan las decisiones, promueven prácticas de segregación e introducen una
ontología de la vida.
La división
constitutiva del sujeto implica que nunca hay un si mismo, digamos que el ser
del sujeto es una relación de confrontación entre las marcas que lo
constituyen, y esto lo lleva a no poder reconciliarse en un sí mismo. Pero el
mercado ofrece vía la psicología, la autoayuda y el tráfico deforme de
orientales meditadores occidentalizados, la felicidad como aquello que se
obtiene luego de cumplir con todas las recetas establecidas para ello; ahora,
resulta que la industria editorial es muy próspera en ese tipo de material de
lectura, así que las recetas nunca cesan de llegar y la felicidad se demora en
idéntica proporción.
Respecto del
deseo: el psicoanálisis tiene, a partir de Lacan, una manera muy propia de
definirlo; es una máquina de movimiento perpetuo, el objeto a es el objeto del
deseo y es a su vez un barril sin fondo, se traga toda articulación
significante, se alimenta de ella, por lo tanto, no podemos esperar del sujeto
deseante una estabilidad muy prolongada. La estabilidad nos la brindan las
instituciones, que son el Otro del objeto a. Pero las instituciones han
declinado, quizá para hacer surgir otras nuevas.
Aquí
podríamos pensar que lo que estamos describiendo se parece mucho a lo que
Preciado, siguiendo Foucault, introduce como biopoder. Y es así de hecho, el
psicoanálisis es un buen medio para resolver la pregunta por el método
biopolítico, que instrumenta el biopoder, para regir el cuerpo de los
individuos.