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lunes, 1 de enero de 2024

No hay lenguaje que no esté formalizado, mal que le pese al poeta. A los buenos poetas esto no les molesta.

 

            Las matemáticas, así como la lógica, son un modelo de lenguaje formalizado, de una manera más extrema que el lenguaje vulgar. La formalización de estas áreas nos permite jugar con un modelo de lenguaje más previsible y menos ambiguo, lo que admite una serie de cálculos sobre su estructura para verlo evolucionar en un pequeño modelo, tal como lo hace Lacan en el seminario sobre la carta robada, partiendo del lanzamiento de una moneda y llegando a la formalización de un modelo de lenguaje, en el que muestra una serie de consecuencias psicoanalíticas que muy difícilmente podrían ser mostradas sin la ayuda de esta formalización.

            La naturaleza silogística del lenguaje vulgar es clave para comprender que, en el universo de lo humano, que es el universo del lenguaje, no hay acto de palabra, más aún, no hay acto del sujeto, que no se deje atrapar por una estructura que le precede y lo ordena para volverlo un Inter texto.

            Hay un viejo anhelo en la historia del pensamiento que fue propuesto como utopía por Leibniz y Descartes, que hablaba de la posibilidad de formalizar el lenguaje de la filosofía para poder debatir al modo en que procede el cálculo matemático.

            En el seminario de la carta robada Lacan parte de una moneda lanzada al azar como el hecho en sí, pero pronto señala que no hay tal objetividad porque, por ejemplo, no han sido contabilizadas las veces en que la moneda cayó de canto, o se fue rodando y se perdió en una alcantarilla; no, sólo se ha decidido anotar las veces que cae de cara o de cruz. Es decir, ya está operando el significante en el supuesto hecho objetivo del que partimos.   

            Avanza con su experimento y comienza a agrupar en tríadas al azar los eventos, construye tres capas de formalización, y advierte que en la última se ha producido lo que él llama la opacificación del significante, a partir de la cual es posible que alguien diga “puedo decir lo que quiera” porque no percibe sus condicionamientos inconscientes, que serían, en el experimento, lo que sucede desde el lanzamiento de la moneda hasta la segunda capa del formalismo.

            Es interesantísimo este modelo de lenguaje porque permite señalar de una manera muy concreta cómo es que funcionan las determinaciones inconscientes del sujeto. Dado que es muy difícil que alguien que no estudie psicoanálisis pueda aceptar estar condicionado en sus decisiones, en sus alocuciones, en su proyecto de vida. Porque al funcionar opaco el dispositivo significante, creemos junto con los filósofos, que el yo es nuestra alma que participa de voluntad y libertad absolutas. En la historia del pensamiento al yo de los filósofos se le conoce como el yo fuerte, y al descubrimiento freudiano como el yo débil.

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