Hace muchos años, cuando era un joven estudiante
de ingeniería, comencé a pensar que los individuos de nuestra sociedad deberían
asistir masivamente a consultorios psicológicos si pretendíamos una comunidad
ordenada. Mi conocimiento de la psicología entonces se reducía a mi propia
experiencia en terapia y a algunos libros, entre ellos uno de autoayuda que fue
el que me dio ánimo para asistir a un terapeuta. Claro, el orden cuasi militar
que importaba una currícula ingenieril de aquel tiempo sostenía mi desconocido
universo psicótico (aún se mantenían en pie algunas estructuras que evitaban
que desbandara el universo significante que me sostenía), por ello la idea de
orden social. Pasaron más de quince años y esa idea de la psicología masiva
retornó con otros nombres y con otros modos.
Cómo
intervenir en el campo político a partir de estas ideas: Fundando una nueva
concepción de sujeto. Ésta es la concepción de sujeto lacaniano. Porque en
general el accionar en el campo político supone una idea de sujeto, pero esa
idea es la del sujeto absoluto hegeliano. Y Lacan vía Freud produce una teoría
del sujeto que da cuenta de una serie de hechos que el sujeto/el hombre
autoconsciente de Hegel no puede explicar, ni le interesa. No tiene interés
porque el marco de referencia epistemológico de Hegel fue la revolución francesa,
y ésta tenía a la diosa razón por reguladora de lo social. Bueno, a la luz de
Lacan se verá que esa razón es un efecto del inconsciente y que de ninguna
manera ilumina la voluntad del individuo. Es decir no hay autonomía de la
voluntad, no hay autoconsciencia.
Lo
que sí hay es un aparato denominado inconsciente (en adelante icc.) que podría
describirse como una colección discreta de significantes ordenados por las vicisitudes
del tránsito por el Edipo y el estadio del espejo. Ese orden signará una
determinada forma de demanda del sujeto, éste quedará preso de ese orden y todo
lo que en su vida afirme, niegue, crea o descrea estará determinado, entre otras
cosas, por ese orden significante. Al decir de Isidoro Vegh, el yo (instancia
psicológica) cree que decide y no, el amor es ciego y un buen matrimonio es una
lotería. Esto significa una nueva herida narcisista al hombre; primero fue Copérnico
que nos quitó del centro del universo, luego fue Darwin señalando nuestra
pertenencia al comité de la vida genérica, quitándonos esa idea de ser la creación
de un Dios que nos distinguía entre las demás especies, y por último Freud y Lacan
expropiándonos la voluntad, determinados por un dispositivo que no comandamos
(el icc.).
Es
muy importante instruir a las bases militantes tanto como a nuestra dirigencia
política y partidaria en esta nueva o relativamente nueva concepción de sujeto
para que se haga en política algo mejor de lo que venimos haciendo. Y no me
refiero, claramente, al orden social que imaginaba en mi juventud (ingeniería
social podría llamarse lo que mi psique pensaba entonces) sino al fortalecimiento
del lazo social que sostiene una comunidad cualquiera. En ese lazo es posible
relatar la vida, las vivencias del sujeto; fuera de él la psicosis, el abismo.
Reitero
una sugerencia de lectura que ya hice en otro escrito: “La instancia de la
letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos, Jacques Lacan,
Siglo XXI editores, pag. 473. En ella encontrarán la inversión del sujeto
Hegeliano por parte de Lacan poniendo de relieve lo que él llamó el plano
simbólico, que es lo que nos interesa para esta concepción de sujeto acorde con
una política posible, algo que no sea esta marcha hacia la extinción de la
especie que parece irremediable.
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