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sábado, 29 de septiembre de 2018

La constitución del sujeto tal cual la teoriza Lacan como premisa para una organización popular

                       Hace muchos años, cuando era un joven estudiante de ingeniería, comencé a pensar que los individuos de nuestra sociedad deberían asistir masivamente a consultorios psicológicos si pretendíamos una comunidad ordenada. Mi conocimiento de la psicología entonces se reducía a mi propia experiencia en terapia y a algunos libros, entre ellos uno de autoayuda que fue el que me dio ánimo para asistir a un terapeuta. Claro, el orden cuasi militar que importaba una currícula ingenieril de aquel tiempo sostenía mi desconocido universo psicótico (aún se mantenían en pie algunas estructuras que evitaban que desbandara el universo significante que me sostenía), por ello la idea de orden social. Pasaron más de quince años y esa idea de la psicología masiva retornó con otros nombres y con otros modos.
                Cómo intervenir en el campo político a partir de estas ideas: Fundando una nueva concepción de sujeto. Ésta es la concepción de sujeto lacaniano. Porque en general el accionar en el campo político supone una idea de sujeto, pero esa idea es la del sujeto absoluto hegeliano. Y Lacan vía Freud produce una teoría del sujeto que da cuenta de una serie de hechos que el sujeto/el hombre autoconsciente de Hegel no puede explicar, ni le interesa. No tiene interés porque el marco de referencia epistemológico de Hegel fue la revolución francesa, y ésta tenía a la diosa razón por reguladora de lo social. Bueno, a la luz de Lacan se verá que esa razón es un efecto del inconsciente y que de ninguna manera ilumina la voluntad del individuo. Es decir no hay autonomía de la voluntad, no hay autoconsciencia.
                Lo que sí hay es un aparato denominado inconsciente (en adelante icc.) que podría describirse como una colección discreta de significantes ordenados por las vicisitudes del tránsito por el Edipo y el estadio del espejo. Ese orden signará una determinada forma de demanda del sujeto, éste quedará preso de ese orden y todo lo que en su vida afirme, niegue, crea o descrea estará determinado, entre otras cosas, por ese orden significante. Al decir de Isidoro Vegh, el yo (instancia psicológica) cree que decide y no, el amor es ciego y un buen matrimonio es una lotería. Esto significa una nueva herida narcisista al hombre; primero fue Copérnico que nos quitó del centro del universo, luego fue Darwin señalando nuestra pertenencia al comité de la vida genérica, quitándonos esa idea de ser la creación de un Dios que nos distinguía entre las demás especies, y por último Freud y Lacan expropiándonos la voluntad, determinados por un dispositivo que no comandamos (el icc.).
                Es muy importante instruir a las bases militantes tanto como a nuestra dirigencia política y partidaria en esta nueva o relativamente nueva concepción de sujeto para que se haga en política algo mejor de lo que venimos haciendo. Y no me refiero, claramente, al orden social que imaginaba en mi juventud (ingeniería social podría llamarse lo que mi psique pensaba entonces) sino al fortalecimiento del lazo social que sostiene una comunidad cualquiera. En ese lazo es posible relatar la vida, las vivencias del sujeto; fuera de él la psicosis, el abismo.
                Reitero una sugerencia de lectura que ya hice en otro escrito: “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos, Jacques Lacan, Siglo XXI editores, pag. 473. En ella encontrarán la inversión del sujeto Hegeliano por parte de Lacan poniendo de relieve lo que él llamó el plano simbólico, que es lo que nos interesa para esta concepción de sujeto acorde con una política posible, algo que no sea esta marcha hacia la extinción de la especie que parece irremediable. 

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