Desmantelar
los cimientos de una comunidad por una idea, una idea que puede tener cualquier
obsesivo promedio, una no muy original idea. En el para-todo se exacerba la
relación verdad-validez, relación que en lógica formal está muy clara, no hay
relación necesaria y la validez de un razonamiento es un simple método que
ordena el panorama, ahí aparece la política. La política es vérselas con lo que
acontece, por eso no se puede ser un foráneo al ocupar un cargo que implique lo
político; outsaider le dicen los yanquis.
Cuando Salomón construyó el templo de Jerusalén estaba sumido en un terrible
sueño psicótico; no necesitaba el arca tal opulencia pues el pueblo Judío era
austero y desde hace largo tiempo su creencia (su cultura) estaba bien
protegida por el lazo justo que los unía. Justo quiere decir; no tenso por esa
potencia distorsiva de los universales lógicos.
El
ahorro que pretende el gobierno nacional es sencillo de explicar (aunque
economistas citen una parva de bibliografía, psicosis editada), transferencia
de recursos desde los trabajadores hacia la patronal, por qué, porque la idea
que subyace es que las empresas “valorizadas” son las que generarán trabajo
para toda la población. Y no sólo esto sino que además tal idea está condensada
en fórmulas matemáticas configurando un autómata que no necesita, porque además
es un obstáculo, de la política; no la necesita porque como autómata funciona
sin que intervenga ningún comando.
Siguen apareciendo los caracteres obsesivos. El obsesivo quiere lo que
quiere y lo quiere ya, por eso no soporta la política que es lo mismo que no
soportar la comunidad, las condiciones que importa el lazo con los otros.
Hay
que ser conservador de la sociedad que vamos construyendo, un conservadurismo
progresista hay que practicar, y eso sólo lo lleva adelante el que estuvo
implicado en la política reuniéndose con pares e impares para discutir qué
sociedad tenemos, qué sociedad queremos, no hay regresión lineal posible en
esto, se debe habitar el lodo. El barro es esa mezcla heterogénea que sólo se
vuelve homogénea en la síntesis precisa que logran los políticos (haciendo
política) con su habilidad de reconocer que validez y verdad no están
necesariamente relacionadas. Sostiene a esa síntesis la historia de la
comunidad, su antropología, sus costumbres, sus mitos y creencias.
Cuando
Albert Einstein redactó en 1905 la teoría de la relatividad no pudo imponer su
propuesta como verdad porque a él le resultaba verdadera; la comunidad científica, implicada en la
política (aunque les resulte ominoso a los defensores de las llamadas ciencias
puras), tiene sus modos de incorporar al canon las nuevas propuestas, así que encontrarán
ustedes, si rastrean el caso, cómo es que Einstein se vio obligado también a habitar
el fango, son conocidos los padecimientos gastrointestinales severos que sufrió
durante toda su vida, y es que no se puede estar en la política sin perder algo
propio.
Sufren
personas, se nos mueren, nos las matan; porque hay un grupo de irresponsables
pretendiendo no hacer política. El país pierde soberanía y con ello quiero
decir que disuelve su lazo social; porque además de este grupo que ganó las
elecciones ahora nos gobiernan, en una reedición del colonialismo, intereses
foráneos, personas que ven a nuestro país como un número en una tabla que remite
a otros números para la ganancia o pérdida de capital. No podemos ser sólo un
número en la cabeza de alguien porque se resquebraja y destruye nuestra
comunidad. Vamos a hacer política muchachos.
Vaya la siguiente película como ilustración:
Elysium
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