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jueves, 13 de septiembre de 2018

Ministerios, un ahorro canalla




                Desmantelar los cimientos de una comunidad por una idea, una idea que puede tener cualquier obsesivo promedio, una no muy original idea. En el para-todo se exacerba la relación verdad-validez, relación que en lógica formal está muy clara, no hay relación necesaria y la validez de un razonamiento es un simple método que ordena el panorama, ahí aparece la política. La política es vérselas con lo que acontece, por eso no se puede ser un foráneo al ocupar un cargo que implique lo político; outsaider  le dicen los yanquis. Cuando Salomón construyó el templo de Jerusalén estaba sumido en un terrible sueño psicótico; no necesitaba el arca tal opulencia pues el pueblo Judío era austero y desde hace largo tiempo su creencia (su cultura) estaba bien protegida por el lazo justo que los unía. Justo quiere decir; no tenso por esa potencia distorsiva de los universales lógicos.
                El ahorro que pretende el gobierno nacional es sencillo de explicar (aunque economistas citen una parva de bibliografía, psicosis editada), transferencia de recursos desde los trabajadores hacia la patronal, por qué, porque la idea que subyace es que las empresas “valorizadas” son las que generarán trabajo para toda la población. Y no sólo esto sino que además tal idea está condensada en fórmulas matemáticas configurando un autómata que no necesita, porque además es un obstáculo, de la política; no la necesita porque como autómata funciona sin que intervenga ningún comando.  Siguen apareciendo los caracteres obsesivos. El obsesivo quiere lo que quiere y lo quiere ya, por eso no soporta la política que es lo mismo que no soportar la comunidad, las condiciones que importa el lazo con los otros.   
                Hay que ser conservador de la sociedad que vamos construyendo, un conservadurismo progresista hay que practicar, y eso sólo lo lleva adelante el que estuvo implicado en la política reuniéndose con pares e impares para discutir qué sociedad tenemos, qué sociedad queremos, no hay regresión lineal posible en esto, se debe habitar el lodo. El barro es esa mezcla heterogénea que sólo se vuelve homogénea en la síntesis precisa que logran los políticos (haciendo política) con su habilidad de reconocer que validez y verdad no están necesariamente relacionadas. Sostiene a esa síntesis la historia de la comunidad, su antropología, sus costumbres, sus mitos y creencias.
                Cuando Albert Einstein redactó en 1905 la teoría de la relatividad no pudo imponer su propuesta como verdad porque a él le resultaba verdadera;  la comunidad científica, implicada en la política (aunque les resulte ominoso a los defensores de las llamadas ciencias puras), tiene sus modos de incorporar al canon las nuevas propuestas, así que encontrarán ustedes, si rastrean el caso, cómo es que Einstein se vio obligado también a habitar el fango, son conocidos los padecimientos gastrointestinales severos que sufrió durante toda su vida, y es que no se puede estar en la política sin perder algo propio.
                Sufren personas, se nos mueren, nos las matan; porque hay un grupo de irresponsables pretendiendo no hacer política. El país pierde soberanía y con ello quiero decir que disuelve su lazo social; porque además de este grupo que ganó las elecciones ahora nos gobiernan, en una reedición del colonialismo, intereses foráneos, personas que ven a nuestro país como un número en una tabla que remite a otros números para la ganancia o pérdida de capital. No podemos ser sólo un número en la cabeza de alguien porque se resquebraja y destruye nuestra comunidad. Vamos a hacer política muchachos.

                  Vaya la siguiente película como ilustración:

Elysium

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