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jueves, 1 de noviembre de 2018

La esperanza blanca




                            Frente a Olmedo hay que redoblar la militancia y las alianzas. No puede ser él la síntesis de nuestras contradicciones, porque aunque quizá tenga un valor lógico tal razonamiento, el resultado será un mar de sangre, una guerra civil.
                Las universidades han tenido el protagonismo en la conformación de los estados sudamericanos; Chuquisaca, Córdoba han sido las sedes donde se formaron los hombres de la política en los inicios de la liberación. También Europa formó a varios de nuestros líderes de aquella incipiente nación.
                La virtud de una formación universitaria es la de inscribirnos en líneas históricas de pensamiento donde la palabra incardina el canon, pero también la palabra propugna qué  nuevos hilos históricos se inaugurarán. El estado de derecho, la separación del hombre del estado natural, está determinado por la inscripción en el universo simbólico, es por esta lucha simbólica que se logra imponer una u otra cosmovisión del mundo a los estados que se gobiernan.
                No hay lucha justa que sea absoluta, toda justicia tiene, como diría Nietzsche, un inicio inconfesable, todo lo que es justo lo fue a partir de que un símbolo asumió el protagonismo como resultado de luchas de diversas fuerzas por asumir el poder. Mientras la batalla se mantenga en el campo de lo simbólico no habrá guerra. Pero la existencia de parlamentarios como Olmedo pone en duda tal posibilidad porque su lenguaje es belicista, si uno lo interpreta con no mucho esfuerzo.
                Quienes sostienen el llamado estado de derecho son personas necesariamente instruidas en ese pensamiento histórico, tomando partido del bando que crean justo, pero inevitablemente instruidas. El resto de las personas que componen el Estado, sobre todo en Argentina, practican una soberanía cortesana de intrigas y correveidiles, de trabajadores y trabajadoras avezados, pero con una idea muy irresponsable respecto de lo que significa la constitución de un Estado. De más está decir que tal situación sucede por el bajo acceso a la educación en nuestros pueblos y eso es sin duda una deuda pendiente.
                Olmedo les habla a ellos, a los más, a los que sienten que las mismas causas explican a un ladrón de celulares que a un millonario que fuga miles de millones de dólares de una Argentina necesitada de dólares. Olmedo les habla a los millones que integran las iglesias evangélicas[i] cuya condición, aturdidos por la conjunción de un lazo social roto por las contradicciones inevitables del régimen estatal histórico y la promesa falaz de ahorrarles el sufrimiento, los convierte en seres sin lenguaje propio.
Olmedo no sabe hablar, es un Macri morocho, no sabe hablar porque su vocabulario es necesariamente escaso, es el vocabulario de quien manda que le obedezcan. Distinto es el vocabulario de los hombres y mujeres de la política, los que negocian, los que negocian los destinos del país, de sus políticas internas y externas, ellos  tienen un vocabulario amplio pues diversos son los grupos con los que deben negociar.
Qué pena terrible, qué miedo, a los Olmedo, a los que no sabiendo que serán presa de su inoperancia tienen hoy posibilidades dirigenciales. Miedo a los que lograrán, si triunfan, derrumbar un país que hace apenas tres años era la promesa de un futuro mejor para los más, para los que no saben a quiénes votan,  los consumidos,  los vueltos mercancía, los desalmados a los que les han expropiado el alma a fuerza de las contradicciones de un sistema que licúa el lazo social. De ninguna manera podría ser para mejor una alternativa como los Macri o los Olmedo.
Ellos celebran la justicia por mano propia, ellos niegan los derechos humanos, ellos quieren ser obedecidos, quieren forjar un orden social en el cual sólo su palabra valga y al resto se les dará prisión o muerte. ¿Cómo hacer para que ésta no sea la alternativa? No se puede hacer nada. Nada más que seguir insistiendo. Porque no llegamos hasta aquí a través de cálculos racionales tampoco saldremos de aquí por ese método. Por eso las alianzas deben ser generosas, el límite es la no-política, el absolutismo, la no-palabra. La condición de la palabra es la disidencia, ese resto por el que a fuerza de insistir se cuela lo reprimido.
Tenemos un estado aún con instituciones sólidas pero se están vulnerando límites que nos arrojarán más tarde o más temprano a la anomia, existen además fuerzas políticas que en su pretensión revolucionaria empujan a sus militantes a una lucha que de acrecentarse su fragor pronto llevará a la lucha armada y en ella perdemos. Somos un estado de paz, podemos hacer mucho aún por restituir el orden institucional, nos unamos, seamos capaces de dejar de lado esas firmes convicciones de nuestro ortodoxo estudio, de nuestra orgánica y avancemos juntos para que el resultado de nuestras contradicciones no sea un Olmedo, un sociópata; seamos capaces de no rendirnos ante conclusiones lógicas si sabemos que la razón perseguida hasta sus últimas consecuencias destruirá lo que tanto nos ha costado construir. Eso es un psicótico, un ejercicio impecable de lógica que no encuentra su semántica.
Elegí al diputado nacional Olmedo porque en estos días está figurando en los pasquines mediáticos como la gran esperanza blanca, mi deseo no es excluir a esos hombres que piensan como él, mi deseo es que aún en la lucha contra ellos, podamos encontrar un punto en el que un significante los oriente a ellos para que nos incluyan a nosotros, para que puedan vernos. Después de todo somos el país que condenó a sus genocidas a cárceles de por vida, no a la pena de muerte.  

      



[i] Me refiero a las evangélicas porque ellas son la caricatura de lo que puede significar en un corazón desprevenido la religión en general. No me pronuncio contra la religión, sino contra los motivos que un ser humano habitante de nuestro suelo hoy tiene para llegar a profesar una fe determinada. Conozco sin embargo hombres y mujeres que asisten a su fe con una claridad manifiesta lejos de la confusión reinante, la psicosis generalizada.

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