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sábado, 6 de octubre de 2018

Colonia No


Estados Unidos ve cuestionada su hegemonía global, frente a esto ha puesto la mirada en Latinoamérica para retomar el control que había perdido;  que si no lo había perdido al menos se le estaba escapando de las manos. A esta injerencia del norte en los asuntos latinoamericanos le llamamos neocolonialismo.
Ustedes saben que en épocas de la colonia, española primero e inglesa después, en Argentina se dieron una serie de dificultades sociales que terminaron por desencadenar hechos emancipatorios a lo largo del siglo XIX. Tal liberación se produjo no por la idea patriótica (la tesis a la que suscribo es que el nacionalismo no obra de fundamento sino de coadyuvante) sino por los ríos de sangre y sufrimiento que la condición de colonizados importó. Es por ello que nos oponemos a una nueva etapa colonial.
Los ganadores de la subordinación al imperio son siempre pocos, estos a su vez necesitan de la mano de obra de los más para sostener su posición beneficiosa. O como en el caso de nuestra Argentina actual, necesitan (aunque no lo digan) eliminar, aniquilar, asesinar a millones de explotados para convertir en rentable sus empresas al servicio de la extranjería. Hacerle el servicio a la extranjería es el beneficio económico de aquellos pocos. Este panorama pronto hará que un ámbito democrático se convierta en una dictadura genocida. Pero no son esos de la clase alta los que empuñan el fusil para eliminar sobrantes humanos, son las fuerzas armadas en todos sus estamentos los que prestarán tal asistencia criminal. Tenemos entonces el panorama escindido, los ricos y poderosos por un lado vinculados a una parte del pueblo que es su mano de obra y por el otro lado una guerra civil para someter a las mayorías. Éste es el río de sangre y sufrimiento del que hablamos.
Argentina demostró varias veces en su reciente historia que era posible vivir en un estado equilibrado, incluso se nombra a esta tierra como una región de paz. El neoliberalismo jugando las cartas de un nuevo estatuto de colonia para nuestra patria está orientando el aluvión social hacia la guerra civil. Cómo hace eso: reduciendo el poder de los sindicatos, demonizando a sus dirigentes, situando el discurso y el hecho de la deuda por encima de cualquier posibilidad de cumplir con ella, reduciendo programas sociales que hacían que los marginados tuviesen condiciones menos indignas de vida, produciendo un relato sobre la educación y salud pública que las lleva al estatuto de privadas para generar un sistema más, otro de los dispositivos,  de acumulación de capital, reintroduciendo aquello de que el egoísmo del carnicero nos beneficia a todos porque así el mercado provee. Reduciendo los subsidios a las pequeñas empresas para favorecer la capitalización de las pocas empresas sobre las cuales quieren fundar el nuevo orden de segregación y muerte.
Las matemáticas por sí solas no resuelven nada, nuestros actuales gobernantes practican una epistemología decimonónica que no sé si por ingenuidad o por maniobra estratégica pretende colgar de una integral (fórmula matemática) la decisión organizativa de lo social. Huida de la política, pero más que huida negación y persecución. Podría ser prueba de que se trata de una estrategia maliciosa, el hecho de que el algoritmo matemático funcione siempre a favor de unas empresas y no de otras. De cualquier forma la ingenuidad puede ser también una forma de malicia.
El neocolonialismo es la carta que juega el neoliberalismo en nuestro suelo, se sirve de la existencia de una oligarquía heredera de los terratenientes del 30 que ahora tiene sus raíces no sólo en las extensiones de tierra cultivadas por sus arrendatarios sino en algunos (muy pocos) segmentos de la industria y en la timba financiera para multiplicar sus divisas. Tal forma de la economía exprime al pueblo en su conjunto haciendo retroceder a la clase media a la pobreza, la pobreza a la indigencia y los indigentes a la extinción, en una continuidad que sólo se detiene para brindarle mano de obra (cada vez menos necesaria) a los proyectos de esa clase alta, de ganancias pornográficas, plusvalía demencial e inhumana.







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