Viendo una película de 2012 que se
llama Men in black 3 observé dos escenas que me parecieron impresionantes por su
descripción de la realidad. Primero uno de los personajes acciona un mecanismo
por el cual una biblioteca se abre y detrás aparece un arsenal de armas. Dado
que estos instrumentos son determinantes en la trama de la película me pareció
una alegoría sintomática de la lucha por el poder. La otra escena muestra un
panteón de héroes esculpidos en una especie de polímero con muy poco detalle de
los rostros, aparece un busto que
pudiera representar la cara de cualquiera y por lo tanto la de nadie.
El
saber ocultando las armas significa el papel que la palabra (la teoría) juega
en la lucha por el poder económico. De esta manera uno puede imaginar cómo se
construye una biblioteca económica con el fin de posibilitar el dominio. Si la
biblioteca es desmontada por la crítica pronto accionan el mecanismo y acceden
a las armas como herramienta última para lograr la sumisión.
Los
héroes que no se honran (la segunda escena referida), me remitió al caso de
nuestros nuevos billetes sin próceres y a la frase del ex presidente del banco
central Federico Sturzenegger “a donde vamos no necesitamos historia” significando
el desconocimiento de uno de los saberes más importantes de las humanidades
como es la disciplina Historia. La posibilidad de habitar tiempos pretéritos es
un dispositivo que nos ha permitido a nosotros los mortales comprender procesos
históricos, es otra de las herramientas que vía la palabra nos permite
trascender nuestra efímera existencia habitando el pasado y previendo el
futuro. Pero además le brinda al sujeto un amplio acervo semántico (más amplio
cuanto más se estudia) para relatarse y arraigarse, ya que sin esta posibilidad
lo que resta es locura y desarticulación social.
Desde
el psicoanálisis se sabe que todo universo semántico es una ilusión consistente
en sostener al psiquismo en el marco del proceso homeostático descrito por
Freud. Pero también se sabe que esta misma afirmación es una ilusión. Lo que
nos presentan estos seres que lideran la producción de mercancías en la
actualidad no es una ilusión, ellos están ahítos de certezas. Que no
necesitemos de la historia es una frase antigua que nació allí donde la
patronal tuvo su primer encuentro con el obrero que desobedeció una orden.
Porque ese obrero se organizó y defendió su demanda hasta convertirla en un
derecho, alguien contó esto y produjo el milagro de la trascendencia porque esas
páginas visitadas por curiosos lectores mostraron un camino a los oprimidos,
pero no sólo a los oprimidos; es conocida la historia según la cual el capital
de Marx se vendía como pan caliente en determinado momento porque era pregonado
como el libro que le mostraría al capitalista qué hacer para explotar mejor a
los obreros.
No
digo nada nuevo si afirmo que el cine como la expresión cultural masiva de
nuestro tiempo es la productora de esa transposición didáctica de valores que
el amo utiliza para intentar convertirse en hegemónico. Y digo intentar
convertirse porque toda ilusión tiene por límite lo real y un amo desembozado
no escapa a ello. Se les dificulta a los productores de todo en mercancía universalizar
sus verdades aunque dispongan de todos los medios. Nuestra tarea contra-hegemónica
es mostrar qué de esa ilusión hace agua e intentar a su vez proponer nuestra
construcción simbólica para un mundo posible.