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domingo, 9 de septiembre de 2018

El significante corrupción

         En mi época de estudiante de ingeniería oí decir que la corrupción era el aceite de la maquinaria. Desde la escuela técnica hasta la facultad la mayoría de mis profesores tenían algún tipo de relación con el vínculo empresas privadas estado (algunos eran proveedores del estado, otros empleados de empresas importantes, otros funcionarios gubernamentales), así que tomo aquellas palabras como las del ojo de buen cubero, de artesanos en la materia.
Escuchando declaraciones de un periodista reputado como probo, Hugo Alconada Mon, asisto a una nueva acepción de la palabra corrupción; se propone este periodista la tolerancia cero respecto del que delinque. No se sabe muy bien por qué su propuesta, yo alcanzo a entender que como investigador ese es su trabajo; pero también Eichmann esgrimió este fundamento: cumplía con mi trabajo.
Así que en un contexto social en donde lo corrupto es el ancla por la cual se persigue la proscripción de un proyecto político que tiene una raigambre histórica que reivindica una sociedad más igualitaria en función del bienestar soberano, denunciar la corrupción al límite de la tolerancia cero es pertenecer necesariamente a uno de los bandos, el bando de los especuladores que hacen plata de la plata, el bando de los dueños de la pampa húmeda (no de sus arrendatarios), el bando de los que, si se distribuye el ingreso, pierden plata. Esto significa Eichmann haciendo su trabajo.
Algo que viene a mí; la idea de lo fácil que nos han resultado las cosas a nosotros, tan fáciles nos han resultado que vemos en los grandes políticos de la nación, San Martín, Belgrano, Moreno, incluso Rivadavia y Mitre, pasando por Roca y Rosas, algo así como una prehistoria que no puede retornar por definición. Pensamos que eso de salir al campo de batalla y defender con la vida una idea es algo demodé, como si la moda tuviese una autonomía propia, como si no hiciese falta defender con la vida las ideas que nos hermanan con nuestros queridos otros como condición necesaria para que la estética, la filosofía, la política, nuestras vacaciones, lo consumible pueda ser posible.
Es muy sencillo, dentro de cierta perspectiva, hacer el trabajo de denunciador profesional de lo corrupto; es sencillo porque en realidad el trabajo no es ese, en realidad el trabajo que se hace como denunciador profesional de lo corrupto es el de seguir postergando eso que inevitablemente retornará, a saber, que más tarde o más temprano tendremos que defender con la vida aquellos privilegios que hoy creemos, de hecho, propios.
O no, quizá el estado de derecho sea algo que represente un límite para nuestra sociedad, quizá verdaderamente no saldremos nunca más a batallar en guerras declaradas para refundar una nueva legalidad; ¿pero los pibes, que como dice Alemán, se encuentran a solas con la pulsión de muerte, en las villas miserias tanto como en el living de las casas más acomodadas? ¿El sufrimiento infinito de los desposeídos de su lengua materna vía el colonialismo y el neocolonialismo? Estar a solas con la pulsión de muerte es no tener un nicho lingüístico propio, una raíz verbal desde donde enunciar lo insondable de la condición humana, la propia singularidad del sujeto. Es alguien que no puede decir me duele cuando le duele.
              Batalla campal mediante o no, ser un denunciador de lo corrupto hoy es trabajar para aquellos que nos extirpan el lenguaje, es ser cómplice del mecanismo autómata de algoritmos que sin freno succionan lo extraíble del sujeto al modo en que lo mostraba la famosa película Matrix. Le pido disculpas a Alconada Mon y a sus lectores, pero me sirvió para aclarar algunas ideas y saber, una vez más, que no estoy de ese lado del mapa.   

Entrevista Alconada Mon

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