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miércoles, 6 de marzo de 2019

Crítica o nostalgia


    Se podría pensar al deseo como un invento del capitalismo y que en modelos de producción anteriores no existió como tal.
     Porque el deseo en términos lacanianos implica su invención del objeto pequeño “a” que es un hueco en la estructura del lenguaje que a la vez posibilita el ejercicio de la palabra y niega la consecución de un fin determinado porque el fin es del orden de lo natural (como si dijésemos comer, beber) y lo natural está perdido para el ser del lenguaje. Lo que el deseo es, es una máquina de producir palabras, acciones, planteamientos, etc., una forma de moverse hacia aquello que imaginariamente reviste, con antelación, una forma de objeto que nos haría plenos de sentido.
     No obstante en modos de producción anteriores, y aun conviviendo con nosotros en diversas partes del globo, esa vacuidad de sentido no tiene sentido, el sentido lo encarna un Otro del Otro que sería Dios para las religiones monoteístas. Con el sentido asegurado (pero hay que pensar este aseguramiento como constitutivo del sujeto) la movilidad deseante está fijada a la palabra del que sabe de nuestro sentido, Dios para el caso.
     Esto importa una disquisición con aquellos pensadores como Jorge Alemán que postulan a la estructura del sujeto como universal y a-histórica: La estructura del sujeto, el modo en que el cachorro humano deviene sujeto enlaza al objeto “a” como la marca del lenguaje “no todo” que por su propia naturaleza implica la falta de un significante o de una cadena significante que pueda decir la demanda sin resto. Ese resto insiste inaugurando permanentemente un circuito demandante,  así de resto en resto. Pero como no se trata de un soliloquio sucede: el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir[i] que nombra a la pulsión, concepto significativo de la marca en el cuerpo del hablante por el hecho de serlo.
     Para poder pensar al objeto “a” (y con ello a la estructura general del sujeto concebida por Lacan) como una invención del modo de producción capitalista hay que poder pensar en sociedades pre-capitalistas donde el sentido de una vida, de una acción, estaban fijos y fijados por la presencia de un Otro indemne. De un Otro que constituía al sujeto al modo de otorgarle objetos fijos para el goce: un hábito de oración, un horario ritual, una estructura familiar donde las aberraciones a la norma son severamente sancionadas sin culpa.
     Como no estoy seguro de tal historia y consta en ella la existencia de comunidades diversas, modos variados de vivir su relación con ese Otro, es que no me atrevo a afirmar que el objeto “a” sea un invento del capitalismo, una consecuencia de su existencia.
     ¿Qué posibilitaría abrir el juego a la idea de que el objeto “a” es una consecuencia del capitalismo? Se daría la posibilidad de tener una mirada crítica sobre la crítica que se extiende, por más de dos siglos ya, al modelo de producción capitalista. A veces tales análisis suelen contener una dudosa raigambre progresista y en realidad fungen de nostálgicas miradas al pasado pre-global, una forma de añoranza de lo que fue por el temor a lo que será. Con esto no pretendo neutralizar el hecho creciente de la acumulación en cada vez menos manos de los recursos del planeta, el inhumano hacinamiento de millones de personas que luchan por tener un trabajo, las guerras que la apropiación de riquezas solicita, etc. Digo que o bien las críticas al modelo capitalista están suficientemente justificadas por los hechos inhumanos a los que tal modo de producción condiciona, o bien tales hechos son sólo fallas en el sistema y el modelo capitalista tiene una lógica interna beneficiosa para todos, en cuyo caso se trataría de ir corrigiendo las injusticias.
     Si el sujeto no es universal ni a-histórico entonces no fue el mismo antes ni lo será en el futuro.        




[i] Lacan dixit

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