Problemática de género
A modo de confesión voy a decir que intento profundizar mi goce en las coordenadas del género al que creo pertenecer, por eso cada vez que interpreto un ataque a la masculinidad éste se me presentifica como un ataque a mi modo de gozar. Por supuesto que estoy hablando de ciertos ataques; sé que para gozar como hombre no hace falta ser un golpeador o un asesino.
Lo femenino no es histérico, la histeria es un estado de sufrimiento en niveles variados; hemos pretendido que lo femenino tenga la palabra y en realidad ha copado la parada la histeria; la histeria ha tomado la palabra disfrazándose de feminismo, de machismo, etc. Y es que de hecho nadie le negaría la palabra a la histeria, lo que confunde y encapsula los debates es ese disfraz.
La llamada violencia de género implica al universo femenino y masculino por igual, entiéndase los géneros en su conjunto, que por múltiples que sean adoptan esos semblantes. Para decirlo de un modo concreto; si lo femenino pudiese no desear lo masculino que la humilla o maltrata, si lo masculino pudiese no desear lo femenino que lo humilla y maltrata, no habría violencia de género.
Se arguye con bastante acuerdo desde el ámbito lacaniano lo siguiente: La lógica femenina y la lógica masculina tienen funcionamientos diferentes, mientras lo femenino goza infinitamente, más allá de toda estructura, de todo orden (la lógica del no-todo), el goce masculino universaliza pues no concibe su goce por fuera de una guía en la que se centra, entonces dice: “todo x es y” y se obnubila en esa sentencia. Es una lógica del para-todo. La explicación que, entiendo se da respecto a la violencia de lo masculino hacia lo femenino es; que en un lazo afectivo cuando lo masculino se haya convidado al goce femenino, aquel se ve obligado a desobnubilarse, a abandonar ese goce uno, totalizante, para gozar en el ámbito del vínculo. Si además comprendemos que el modo de gozar de cada uno de nosotros es un espacio logrado desde nuestra propia prehistoria (el lenguaje nos determina), entenderemos lo violento que puede resultar obligar a alguien gozar de una manera diferente a la que goza.
Aclaro que ser un asesino o un golpeador es algo diferente de ser hombre; algo funciona en un asesino, en un golpeador, que es particular y ese es el hecho a abordar cuando hablamos de violencia. En ciertos ámbitos en el que se trabaja la violencia de género parecería significarse exclusivamente la violencia de lo masculino sobre lo femenino y que la palabra hombre es sinónimo de asesino.
“Lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser” es una sentencia que tiene que ver con saber si quiero lo que deseo, porque el deseo es un mecanismo cuyo objeto es sustituible (se trata de desear), pero “querer” es una acción reflexiva que revisa las coordenadas de nuestro deseo y toma la decisión que lleva a ese sujeto a “lo que estoy llegando a ser”.
Tampoco se trata de que la mujer en tanto es tomada como objeto por el hombre se convierte en algo extinguible, manipulable. No veo en esto una cuestión de género. Porque la perversidad de un sujeto consistente en objetivar un otro está implícita en el modo de vincularse los sujetos de cualquier género. Es decir, somos en gran medida una sociedad que vuelve intercambiable los sujetos porque los ha convertido en mercancía. Y los ejemplos son numerosos; te objetivo como medio de mi subsistencia, te objetivo como medio de mi reconocimiento, de mi poder, te objetivo como dador / dadora de caricias, mimos, etc.
No sé si yo veo amenazado mi modo de gozar, pero interpreto que esto les sucede a muchos varones. Varones que no necesariamente están constituidos al modo antifeminista, pero que de repente comienzan a tener expresiones misóginas por el hecho de que un discurso histérico (que como todo acto histérico denuncia parte de la verdad) los hace culpables de contener algo así como el germen del mal.
Conviene buscar algún atisbo de razón a la llamada violencia de género en el régimen capitalista neoliberal. Si el modo de vincularnos unos y otros ha de cambiar no será sin un cambio en las estructuras político económicas desde la parte más abstracta a la más concreta; quizá yo deba dejar de utilizar una computadora para poder tratar más humanamente a los otros. Lo que estamos pidiendo va más allá del género, lo que estamos pidiendo puede que signifique renunciar a la “comodidad” que supone el hecho de que todo sea intercambiable; es decir, salir de casa caminar tres pasos y obtener un sachet de leche. Ese costo lo vamos a tener que pagar, y hasta no darnos cuenta cuán implicados estamos cada uno de nosotros en la deshumanización de nuestros vínculos la queja porque el otro me daña seguirá siendo impróspera.
Se le ha llamado patriarcado al régimen capitalista neoliberal que deshumaniza los vínculos entre los sujetos. El significante antipatriarcal me resulta más justo que "feminismo" para nombrar la lucha contra el poder opresor.
A modo de confesión voy a decir que intento profundizar mi goce en las coordenadas del género al que creo pertenecer, por eso cada vez que interpreto un ataque a la masculinidad éste se me presentifica como un ataque a mi modo de gozar. Por supuesto que estoy hablando de ciertos ataques; sé que para gozar como hombre no hace falta ser un golpeador o un asesino.
Lo femenino no es histérico, la histeria es un estado de sufrimiento en niveles variados; hemos pretendido que lo femenino tenga la palabra y en realidad ha copado la parada la histeria; la histeria ha tomado la palabra disfrazándose de feminismo, de machismo, etc. Y es que de hecho nadie le negaría la palabra a la histeria, lo que confunde y encapsula los debates es ese disfraz.
La llamada violencia de género implica al universo femenino y masculino por igual, entiéndase los géneros en su conjunto, que por múltiples que sean adoptan esos semblantes. Para decirlo de un modo concreto; si lo femenino pudiese no desear lo masculino que la humilla o maltrata, si lo masculino pudiese no desear lo femenino que lo humilla y maltrata, no habría violencia de género.
Se arguye con bastante acuerdo desde el ámbito lacaniano lo siguiente: La lógica femenina y la lógica masculina tienen funcionamientos diferentes, mientras lo femenino goza infinitamente, más allá de toda estructura, de todo orden (la lógica del no-todo), el goce masculino universaliza pues no concibe su goce por fuera de una guía en la que se centra, entonces dice: “todo x es y” y se obnubila en esa sentencia. Es una lógica del para-todo. La explicación que, entiendo se da respecto a la violencia de lo masculino hacia lo femenino es; que en un lazo afectivo cuando lo masculino se haya convidado al goce femenino, aquel se ve obligado a desobnubilarse, a abandonar ese goce uno, totalizante, para gozar en el ámbito del vínculo. Si además comprendemos que el modo de gozar de cada uno de nosotros es un espacio logrado desde nuestra propia prehistoria (el lenguaje nos determina), entenderemos lo violento que puede resultar obligar a alguien gozar de una manera diferente a la que goza.
Aclaro que ser un asesino o un golpeador es algo diferente de ser hombre; algo funciona en un asesino, en un golpeador, que es particular y ese es el hecho a abordar cuando hablamos de violencia. En ciertos ámbitos en el que se trabaja la violencia de género parecería significarse exclusivamente la violencia de lo masculino sobre lo femenino y que la palabra hombre es sinónimo de asesino.
“Lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser” es una sentencia que tiene que ver con saber si quiero lo que deseo, porque el deseo es un mecanismo cuyo objeto es sustituible (se trata de desear), pero “querer” es una acción reflexiva que revisa las coordenadas de nuestro deseo y toma la decisión que lleva a ese sujeto a “lo que estoy llegando a ser”.
Tampoco se trata de que la mujer en tanto es tomada como objeto por el hombre se convierte en algo extinguible, manipulable. No veo en esto una cuestión de género. Porque la perversidad de un sujeto consistente en objetivar un otro está implícita en el modo de vincularse los sujetos de cualquier género. Es decir, somos en gran medida una sociedad que vuelve intercambiable los sujetos porque los ha convertido en mercancía. Y los ejemplos son numerosos; te objetivo como medio de mi subsistencia, te objetivo como medio de mi reconocimiento, de mi poder, te objetivo como dador / dadora de caricias, mimos, etc.
No sé si yo veo amenazado mi modo de gozar, pero interpreto que esto les sucede a muchos varones. Varones que no necesariamente están constituidos al modo antifeminista, pero que de repente comienzan a tener expresiones misóginas por el hecho de que un discurso histérico (que como todo acto histérico denuncia parte de la verdad) los hace culpables de contener algo así como el germen del mal.
Conviene buscar algún atisbo de razón a la llamada violencia de género en el régimen capitalista neoliberal. Si el modo de vincularnos unos y otros ha de cambiar no será sin un cambio en las estructuras político económicas desde la parte más abstracta a la más concreta; quizá yo deba dejar de utilizar una computadora para poder tratar más humanamente a los otros. Lo que estamos pidiendo va más allá del género, lo que estamos pidiendo puede que signifique renunciar a la “comodidad” que supone el hecho de que todo sea intercambiable; es decir, salir de casa caminar tres pasos y obtener un sachet de leche. Ese costo lo vamos a tener que pagar, y hasta no darnos cuenta cuán implicados estamos cada uno de nosotros en la deshumanización de nuestros vínculos la queja porque el otro me daña seguirá siendo impróspera.
Se le ha llamado patriarcado al régimen capitalista neoliberal que deshumaniza los vínculos entre los sujetos. El significante antipatriarcal me resulta más justo que "feminismo" para nombrar la lucha contra el poder opresor.